La UBA y el peronismo. 1946-1955
Una vez en el poder, dentro del gobierno fue creciendo el prestigio de uno de sus miembros, el coronel Juan Domingo Perón. Perón ocupó los principales cargos en las áreas vinculadas con el mundo del trabajo e implementó una serie de medidas que mejoraron sustancialmente las condiciones de vida de amplios sectores de la clase trabajadora. Luego del 17 de octubre de 1945, cuando una amplia movilización de trabajadores protestó a raíz de su encarcelamiento por parte de un grupo de compañeros de armas, Perón se convirtió en la figura central de la política argentina. Las cabezas del gobierno militar −que habían decidido retirarse y llamar a elecciones− resolvieron, muchos de ellos a desgano, apoyar su candidatura a la presidencia de la Nación. Perón fue respaldado por la mayor parte de la clase trabajadora, por el Ejército y por sectores de la Iglesia. Frente él se formó la Unión Democrática, que reunió al grueso de la clase empresaria y a la mayoría de los partidos políticos, y, además, contó con el apoyo del embajador de Estados Unidos. La mayor parte de la comunidad universitaria se incorporó a las filas de la Unión Democrática, lo que ponía de manifiesto su firme oposición a Perón. Luego de su triunfo en las elecciones de febrero de 1946, las universidades fueron intervenidas.
A partir del ascenso al poder del peronismo, las tensiones y los enfrentamientos políticos se agudizaron y la sociedad se polarizó entre peronistas y antiperonistas. Esos enfrentamientos tuvieron un impacto muy significativo en la vida universitaria y se tradujeron en desplazamientos, suspensiones, y cesantías de docentes y estudiantes.
Poco antes de la llegada de Perón a la presidencia y, sobre todo, durante los meses posteriores un importante sector del profesorado universitario fue desplazado de sus cargos. Jubilaciones forzadas, exoneraciones y renuncias −algunas, voluntarias, otras, forzadas− fueron algunos de los mecanismos que provocaron que varias figuras, muchas de ellas muy prestigiosas, abandonaran la universidad. Bernardo Houssay, por ejemplo, fue jubilado de oficio. En diciembre de 1946 se produjeron varias renuncias a raíz de una serie de episodios vinculados con una huelga estudiantil. Frente a la decisión de un grupo importante del estudiantado de no presentarse a rendir examen, las autoridades del Ministerio decidieron enviar veedores a las mesas examinadoras para prevenir posibles represalias de parte de los profesores contra aquellos estudiantes que, a contramano de la protesta, hubiesen resuelto presentarse. Varios profesores que se negaron a tomar examen en esas condiciones debieron abandonar la universidad. En la mayoría de los casos, los docentes desplazados fueron sustituidos por los asistentes o auxiliares de sus propias cátedras.
Muchos de quienes fueron apartados de la universidad por razones políticas continuaron desarrollando sus actividades en organismos e instituciones privadas. Así, institutos de investigación, publicaciones periódicas, y el mundo editorial en general, albergaron a numerosos intelectuales e investigadores.
El peronismo impulsó la sanción de un nuevo orden legal para el sistema universitario que limitó fuertemente la autonomía y el cogobierno. La Ley Avellaneda y los estatutos reformistas fueron reemplazados por la normativa establecida en las leyes 13.031, de 1947, y 14.297, de 1954. A partir de entonces los rectores serían elegidos por el Poder Ejecutivo, y las facultades serían gobernadas por un decano, elegido por el rector a partir de una terna elevada por el Consejo Directivo. Este estaría integrado por profesores y se contemplaba la participación de un estudiante, con voz y sin voto, elegido entre aquellos que hubieran obtenido los mejores promedios el último año. Posteriormente, el gobierno promovió la sanción de otras disposiciones que tuvieron una importancia fundamental en la historia universitaria argentina. La más importante fue la que en 1949 estableció la gratuidad de la enseñanza universitaria, que por entonces estaba arancelada.
Por su parte, la Universidad de Buenos Aires experimentó una serie de cambios importantes en su organización interna. Uno de ellos fue la creación de nuevas facultades, que nacieron de la división de algunas de las existentes. En 1948 se creó la Facultad de Arquitectura, hasta entonces una escuela de Ciencias Exactas. También de Exactas, en 1952 surgió la Facultad de Ingeniería. Y en 1946 se sancionó la ley de creación de la Facultad de Odontología, en ese momento una carrera de la Facultad de Medicina. Por otra parte, la universidad incorporó nuevos edificios que habían comenzado a construirse a mediados de la década de 1930 y que hoy albergan a las facultades de Odontología, Farmacia y Bioquímica, y Medicina, en la zona de Plaza Houssay.
Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial se caracterizaron por una profunda confianza en la capacidad de la ciencia para resolver los problemas del mundo de la producción, y de la economía y la sociedad en términos generales. Así, se fundaron nuevos organismos científicos, como fue el caso de la Comisión Nacional de Energía Atómica en 1950. La preocupación por la limitada participación de la universidad en la vida científica también generó iniciativas del gobierno. En ese marco se inscribe la creación del régimen de dedicación exclusiva a la docencia, que preveía que, junto a las tareas de enseñanza, los profesores universitarios realizasen actividades de investigación. Sin embargo, el número de profesores que gozaron de esa condición fue muy escaso.
Bajo el peronismo, las universidades dejaron de ser instituciones que albergaban a pequeñas elites. Los cambios en las condiciones económicas y sociales, sumados a la sanción de la gratuidad y al establecimiento del ingreso directo, provocaron un aumento sustantivo del número de estudiantes que impulsó la conformación de un sistema universitario de masas. En 1945, los estudiantes universitarios de la Argentina eran cerca de 45.000. Una década después, en 1955, la cifra se elevaba a más de 140.000. Cerca de la mitad de ellos estudiaba en la UBA.
El movimiento estudiantil mantuvo una posición hostil hacia el gobierno de Perón. Las actividades de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) debían realizarse en la semiclandestinidad y varios de sus dirigentes pasaron largos períodos en prisión. El peronismo procuró construir una central estudiantil propia, la Confederación General Universitaria (CGU), que no logró concitar el apoyo de los estudiantes.