Los inicios de la Universidad de Buenos Aires. 1821-1880
Los intentos por erigir una universidad en la ciudad de Buenos Aires continuaron durante la primera década revolucionaria. En 1816, el sacerdote Antonio Sáenz fue encargado de elaborar un proyecto con ese objetivo. Tres años después, en 1819, el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón y su sucesor, José Rondeau, insistieron en el mismo sentido. Sin embargo, la caída del gobierno central en 1820 impidió la concreción de la propuesta. Ese mismo año, las autoridades de la provincia de Buenos Aires se abocaron a la construcción de un nuevo Estado y se ocuparon de la reorganización de las instituciones educativas. Bernardino Rivadavia, ministro de Gobierno del gobernador Martín Rodríguez, desempeñó un papel central para que, finalmente, una universidad fuera creada en Buenos Aires. Su inauguración formal, el 12 de agosto de 1821 en la iglesia de San Ignacio, constituyó un paso fundamental en el proceso de modernización del Estado provincial.
La universidad creada en 1821 no era una institución centrada prioritariamente en la enseñanza superior, sino que administraba el sistema educativo de la provincia en su conjunto. En sus orígenes fue dividida en seis departamentos: Primeras Letras, Estudios Preparatorios, Jurisprudencia, Ciencias Médicas, Ciencias Exactas y Ciencias Sagradas. Los departamentos funcionaron en diversos lugares de la ciudad, sobre todo en algunos conventos (como los de San Francisco, San Telmo, Santo Domingo y San Ignacio) y, posteriormente, en el espacio que luego sería conocido como “Manzana de las Luces” (hoy delimitado por las calles Alsina, Bolívar, Moreno, Perú y la avenida Julio A. Roca). Los primeros tiempos de la universidad estuvieron signados por dificultades de distinto tipo, como el enfrentamiento entre el rector y algunos profesores, y el escaso compromiso de muchos profesores con la enseñanza.
Desde su fundación hasta la caída del gobernador Juan Manuel de Rosas en 1852 la universidad fue seriamente afectada por los cambios en la coyuntura política y económica de la provincia. A partir de 1835, los que recibían un título estaban obligados a jurar su adhesión a la “causa federal”. Más tarde, la obligación se extendió a los funcionarios y a los empleados.
En 1838, en el contexto de la crisis económica provocada por el bloqueo francés a la provincia, los fondos del presupuesto público provincial que sostenían la universidad fueron reducidos drásticamente. Las clases solo pudieron continuar gracias a las contribuciones de los estudiantes y a la voluntad de los profesores.
Desde comienzos de la década de 1820, y muy lentamente, en la ciudad se fue configurando una activa vida cultural en torno de las tertulias que se realizaban en casas particulares, en cafés y, sobre todo, en algunas librerías, que también eran ámbitos de reunión y debate. En junio de 1837 abrió sus puertas el llamado “Salón Literario”, que nucleó a un grupo de jóvenes relacionados con Estaban Echeverría. Algunos de ellos estaban vinculados con la universidad y eran críticos de su funcionamiento. Es que el clima intelectual y político que se vivía en sus aulas se caracterizaba por el dogmatismo y la falta de innovación en los campos científico y filosófico. Aunque inicialmente esos jóvenes se reunían para canalizar inquietudes culturales, rápidamente comenzaron a incursionar en temas políticos. Por eso, el gobierno decidió el cierre del Salón Literario.
El 1 de abril de 1861, Juan María Gutiérrez fue designado rector de la Universidad de Buenos Aires. Su gestión fue particularmente fructífera para el desarrollo de la casa de estudios. Entre otras acciones, Gutiérrez impulsó la creación de nuevas cátedras en los diferentes departamentos, y reorganizó el archivo y la biblioteca de la institución. Además, mejoró el funcionamiento del Departamento de Estudios Preparatorios y amplió el de Estudios Jurídicos. Durante algunos años, la Facultad de Medicina permaneció como una entidad separada del resto de la universidad.
La innovación más importante del rectorado de Gutiérrez fue la creación, en 1865, del Departamento de Ciencias Exactas. El estudio de estas disciplinas, contemplado en los primeros tiempos de la universidad, había sido dejado de lado en la época de Rosas. El nuevo departamento se orientó a la enseñanza de las matemáticas puras y aplicadas, y a la historia natural. Además, otorgaba los títulos de ingeniero y de profesor en Matemática. Como en la Argentina de entonces era virtualmente imposible contar con especialistas en estas disciplinas, Gutiérrez impulsó la contratación de tres profesores italianos: Bernardino Speluzzi, Pellegrino Strobel y Emilio Rosetti, quienes se encargaron de organizar la enseñanza de las ciencias en el nuevo departamento. Speluzzi se ocupó de las matemáticas puras, Rosetti, de las aplicadas, y Strobel, de las ciencias naturales. Esta experiencia resultó fundamental, ya que permitió formar a los primeros ingenieros en el país.
Durante la década de 1870 se produjeron intensas controversias y debates sobre la organización de la universidad. Finalmente, los departamentos fueron disueltos y la institución se organizó sobre la base de facultades. Las cinco iniciales quedaron reducidas a tres, que conformaron el núcleo principal de la institución: Ciencias Médicas, Derecho y Ciencias Sociales, y Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.